Si cada noche
durmiese con la cortina abierta, vería una estrella a lo lejos
durmiese con la cortina abierta, vería una estrella a lo lejos
y una antena asomándose avergonzada.
Si cada noche dibujara más mis ojos,
esa estrella y esa antena conformarían
la conurbación del entendimiento,
el cáncer de ramificación placentera abriéndose paso por entre los surcos de nuestras cortezas:
el ciclo de mis días en tus noches embriagadas
con las bocinas de los autos que menstrúan llanto.
Si cada noche una nube o un dedo pulgar le mutilara
esa estrella a esa antena,
los ecos en mi cabeza dirían basta y se perderían en el exilio infinito
de mis sábanas rígidas
de las noches de cortinas cerradas.
Y de ojos cerrados.